Los alumnos hoy utilizan la tecnología para encontrarse y ayudarse, para compartir, registrar informaciones y momentos, para organizarse – a través de whatsapp y redes sociales-. Dirá Michel Serres que “nace un nuevo ser humano, Pulgarcita, sobre todo por su capacidad de enviar mensajes de texto con el pulgar”.
Estamos ante cambios y transformaciones de gran envergadura en las formas de producir y circular los conocimientos; según palabras de Dussell “es, antes que nada, una reestructuración de lo que entendemos por conocimiento, de las fuentes y los criterios de verdad”.
Con este proceso está surgiendo un nuevo concepto de brecha digital. Aquella ya no pensada en términos de acceso o no a las TIC´s, sino una brecha que tiene que ver con que el uso de la tecnología en las escuelas está muy desfasado con el uso de la tecnología por parte de los niños y jóvenes fuera de la escuela. Por un lado, el uso de la tecnología es pobre y según sus propios protagonistas es limitada y aburrida y no tiene nada que ver con el uso casi instrumental que se le da aulas adentro. Las nuevas generaciones se entretienen, ven y producen videos, descargan música, comparten la experiencia de un videojuego con seres en otra punta del planeta, comparten intereses, se relacionan a través de múltiples plataformas. Ya no se trata sólo del dispositivo “computadora”…ahora también contamos con el smartphone, la tablet, el smart tv, consolas de videojuegos.
Los niños están inmersos en una cultura de consumo que los posiciona como activos y autónomos; sin embargo, en la escuela, mucho de su aprendizaje es pasivo y dirigido por el maestro. Es hora de que la educación le preste más atención a la cultura infantil, pues en ese uso diario de Internet y videojuegos hay involucrados procesos informales de aprendizaje que serían muy interesantes de incorporar a la educación formal. David Buckingham dirá que “los niños aprender a usar estos medios en gran parte mediante ensayo y error – a través de la exploración, la experimentación y el juego; y la colaboración con otros – tanto en su variante cara a cara como virtual (…) Jugar en la computadora, por ejemplo, involucra una amplia serie de actividades cognitivas: recordar, poner a prueba hipótesis, pronosticar y hacer planificación estratégica. Definitivamente se aprende más desde lo lúdico que desde la repetición.
Recuperar el videojuego para acaparar la atención de alumnos indiferentes podría ser un comienzo posible.
¿Qué sucede cuando a pesar de que se inserta la tecnología en la educación los problemas de la escuela siguen siendo los mismos? Incorporar tecnología no soluciona los problemas.
El aula del futuro debería contemplar la tecnología.
Comencemos por pensar la disposición de las aulas. Niños o estudiantes secundarios hoy están sentados en pupitres o bancos mirando hacia el frente. Tengamos presente que aprender no es incorporar información. Uno aprende discutiendo con el otro, en el debate, compartiendo con otros conocimientos, con los dispositivos que uno utiliza. El docente ya no es más aquel que sabe todo, pues la información esta en todos lados; el docente es una especie de mediador, aquel que acompaña el proceso de construcción de ese conocimiento en los alumnos, cuestionando e incentivando al debate (facilitador de conocimiento o traductor cultural en palabras de Carlos Scolari). Con lo cual podemos asegurar que en la mayoría de los colegios, la interfaz educativa corresponde a la diseñada para la sociedad industrial cuyo objetivo era crear trabajadores y ciudadanos; 200 años después estamos en una sociedad postindustrial y es necesario hacer cambios. La misma disposición de las aulas no termina por ser el dispositivo tecnológico con mejor disposición de las partes que lo componen.
Un espacio des-contracturado sería tal vez más apropiado. Pero a partir de ese punto, tenemos un par de problemas mayores: y es que hoy la escuela es estructurada, están pensada en horarios de materias, en profesores que pasan de un aula a otra o lo que es peor de un colegio a otro.
En definitiva, el sistema educativo es todo un entramado tecnológico y hay que pensarlo como un todo.
¿Funcionaría mejor una escuela sin paredes?
Se concentrarían y trabajarían mejor los alumnos si no tuvieran que estar sentados todo el día en un banco?
Suele decir Castells que no vivimos una época de cambio, sino un cambio de época, esto es, hacia un futuro enteramente distinto. La realidad es que se dan cambios de manera muy acelerada, casi de manera violenta, todo se transforma es muy poco tiempo y ello tiene implicancias serias en la educación. Infancia, adolescencia y juventud viven ya de forma cotidiana con ella, los empleos que esperan y los que vendrán requieren competencias digitales.
Manuel Area Moreira habla de un sujeto multialfabetizado, al cual la escuela debe alfabetizarlo no sólo en las competencias de saber leer o escribir, sino lograr hacer desarrollar en él nuevas competencias digitales centradas en la capacidad de analizar y producir textos audiovisuales, capaz de utilizar múltiples dispositivos, capaz de saber buscar información, seleccionarla, analizarla y reconstruirla.
Dirá Rosa Bosch, arquitecta de la escuela Vittra de Estocolmo, que es justamente la organización lo que tiene que cambiar. Lo que cuenta no es el contenido sino las relaciones: entre los alumnos y con los profesores, con contenidos y materiales, con el entorno, la organización de espacio y tiempo… Porque no hay mejor lugar fuera de la familia para los menores, que la escuela….pero la escuela debe reinventarse y repensarse en su relación con los niños. ¿Será el camino correcto el de más escuela y menos aula?
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